Una de las ideas más apreciadas por el hombre común y, por cierto, más incorrectas es la que dice que mientras más dinero dedique el gobierno a la educación más se garantiza la prosperidad de la sociedad. Lo dicen así investigadores y hombres de ciencia de gran renombre que, por cierto, viven de subsidios.
En realidad, la idea contraria es la correcta. Veamos por qué.
En primer lugar hay que observar que el gobierno no saca de sus bolsillos el dinero, ningún funcionario envía su sueldo a las escuelas. Tampoco el gobierno tiene un cofre mágico de donde se puedan sacar recursos para pagar a los maestros. Todos los recursos que el gobierno destina a la educación los saca previamente de la sociedad.
Supongamos que no hay actos de corrupción, nadie se roba el dinero. Pero para que el gobierno administre las escuelas y universidades se necesita pagar a los administradores, es decir, hay que pagar los salarios de todo un cuerpo burocrático. Esta es la burocracia que se dedica a planear, organizar y supervisar a las escuelas.
Estos funcionarios, a su vez, contratan profesores, secretarias y barrenderos. Todos pasan a la nómina del gobierno y lucen credenciales sindicales y adquieren derechos de salud, vacaciones, maternidad, días económicos, aguinaldo, etcétera. Los empleados —ya como trabajadores de gobierno— en cada escuela o universidad se disponen a organizar los planes y programas de estudio que le aplicarán a los jóvenes deseosos de prepararse para enfrentar la vida.
¿Con base a qué deciden los burócratas lo que van a aprender los alumnos?
En principio, no tienen ni la menor idea, sacan los viejos programas que recibieron y muchos los aplican tal cual. Otros se adornan preguntando qué se enseña en los países de primer mundo y los copian sin cambio alguno, aunque los contextos sean diferentes. El resultado de este proceder es que los alumnos salen mal preparados, sólo usan sus diplomas para mostrar que pasaron por las escuelas, con la esperanza de conseguir un empleo, pero las empresas los tienen que capacitar para que hagan alguna labor técnica no tan complicada.
En otras palabras, se forma a la gente que nadie necesita y a los que se necesitan no se forman en las escuelas del gobierno. Todo un completo desastre que nos coloca en los peores lugares ante cualquier parámetro internacional.
Se le reclama a la burocracia educadora (SEP, UNAM, IPN, SNTE) y su respuesta, invariablemente, es la misma: es que no tenemos los recursos suficientes, los salarios son muy bajos, las escuelas no tienen gises, los niños no se alimentan bien.
¿Qué propone la burocracia educadora? Que el gobierno destine más recursos a la educación, que llegue al 8% del Producto Interno Bruto, que se incrementen los salarios, que se abran más escuelas públicas, que se controle a las escuelas privadas porque son instituciones “patito”.
Por desgracia, los gobernantes de pocas luces, tampoco tienen la menor idea de cómo arreglar el sistema educativo y terminan por ceder a las presiones de los sindicatos, de los rectores organizados en mafias, de los burócratas educativos. Conceden más recursos, regalan computadoras, multimedia, Internet, libros de texto, bibliotecas públicas, y todo termina en puras vergüenzas.
Es necesario acabar con uno de los peores mitos que nos han conducido a la mediocridad, atraso y estancamiento. Me refiero al mito del Estado Educador. ¿Cuál es el sustento teórico para pensar que los burócratas que maman del erario son los más indicados para educar al pueblo? ¿Acaso por tener seguro el sueldo, de por vida, sin que nadie les pida cuentas, sin que nadie los pueda correr les da la sapiencia necesaria para determinar lo que el pueblo debe aprender?
Mientras no extirpemos el mito del Estado Educador nuestros jóvenes seguirán saliendo con un nivel educativo tan bajo que no les permitirá competir en este mundo globalizado y lleno de retos.
Por ahora, no mencionaré quién debe educar al pueblo, pero si debemos concluir que no es el gobierno, ni la burocracia de la SEP, ni el sindicato de maestros los indicados para educar a nuestros niños y jóvenes. No es poniendo más escuelas de gobierno, ni dando más dinero a los profesores, ni dando becas a los niños como lograremos el sistema educativo que México necesita. Es tiempo de cambiar nuestros paradi
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